Cuando pensamos en alimentación saludable, es común enfocarnos en el peso o en la figura. Pero lo cierto es que lo que comemos influye directamente en cómo respiramos, cómo late nuestro corazón y cómo funciona todo nuestro cuerpo. Para millones de personas en América Latina, donde las enfermedades cardiovasculares y respiratorias son causa frecuente de hospitalización y muerte, entender esta relación puede ser la diferencia entre una vida plena y una vida con limitaciones.
Nuestros pulmones necesitan trabajar sin obstáculos para garantizar que el oxígeno llegue adecuadamente a todo el cuerpo. Una mala alimentación puede generar:
El corazón y los pulmones trabajan en equipo. Mientras los pulmones oxigenan la sangre, el corazón la bombea por todo el cuerpo. Si uno falla, el otro también sufre.
Una dieta equilibrada no solo ayuda a prevenir enfermedades, sino que mejora directamente el rendimiento físico y mental. Sentirnos menos cansados, respirar mejor durante el ejercicio y tener una presión arterial estable son beneficios concretos que se notan rápidamente cuando se cambia la alimentación.
Además, en países latinoamericanos donde la dieta tradicional está basada en ingredientes naturales (frutas tropicales, legumbres, tubérculos, pescados), tenemos una enorme ventaja cultural que debemos recuperar frente a la alimentación rápida y poco nutritiva que se ha popularizado.